viernes, 24 de abril de 2009
La mujer dominicana
Largas jornadas de sacrificio y abnegación caracterizan la vida de las dominicanas. Para alcanzar el sitial que hoy ocupan, debieron escalar por una controversial montaña de trasformaciones políticas, privaciones económicas y una constante desvalorización de su poder.
Históricamente el ritmo de desarrollo de la mujer dominicana estuvo apegado a los vaivenes que en cuanto a la implementación de leyes que protegieran y reivindicaran su género, se efectuaron a escala mundial.
Los logros sociales, intelectuales, culturales y políticos conseguidos por las dominicanas con sus luchas, definidas muchas veces por el género opuesto como irracionales, han caído como gotas de miel en un terreno tradicionalmente salobre.
Generación tras generación, las dominicanas recibían de sus madres las costumbres que una buena ama de casa debía poseer, y el saber que acoge a la sumisión, como el camino perfecto hacia la redención espiritual, limitado por los cánones católicos cosechados en el país desde la época de la
colonización.
A mediados del siglo XIX, la clase femenina del país recibía con abnegación y humildad las frases intelectuales que las comparaban con la madre de Jesucristo (un ser lleno de amor puro e incondicional); al tiempo que las usanzas de la época, las ataban a su mortal inferioridad, por ser ellas "las causantes de la propagación del pecado". Esta ambigüedad de sentimientos y creencias ponían en duda la capacidad de raciocinio e igualdad de la mujer frente al hombre.
En los tiempos de la independencia, no importando las delimitadas áreas en las que las mujeres se les permitía intervenir en la vida pública de la sociedad dominicana, la reducida representación femenina tocaba atrevidamente los límites, y se arriesgaba en tareas de luchas políticas relacionadas con la autonomía de la República.
Su labor, sin embargo, quedaba restringida a segundos lugares aunque fuera importante, ya que las situaciones que exigían rapidez de pensamiento (para tácticas de guerra) o conllevaban riesgos, estaban destinadas de manera exclusiva a los hombres.
Para principios de siglo, los atrevimientos y las presiones internas de las dominicanas, salían a la luz en forma de respetables escritoras y admirables maestras, las que se encargaron de sembrar las semillas para el avance, el respeto y la libertad del género femenino en el país, inspiradas en el
pensamiento hostosiano.
En los años que antecedieron a la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo los espacios de los primeros movimientos feministas dejaban escapar sus primeros destellos, pero no en demasía: el autoritarismo de los dominicanos, al igual que en toda Latinoamérica era aún demasiado fuerte.
Años de lucha y de un lento despertar de conciencia transcurrieron bajo una dictadura, una crisis política, una intervención militar y los desequilibrados primeros pasos de una nación que aprendía a vivir en democracia, lo que impulsó a la mujer dominicana pensar en ella misma, en su desarrollo y su real valorización dentro del importante lugar que ocupa en la sociedad.
Los valores culturales hispánicos opacaron a la mujer dominicana del siglo XIX.
Dominicanas: amas de casa entregadas y maestras por instinto Después de estar relegadas a la crianza de los niños y al cuidado del hogar, a las mujeres se les permitió ingresar en el área educativa; allí encontró los primeros espacios para ampliar sus conocimientos y dominios.
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